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A un año del "renunciamiento histórico" de Cristina que eyectó a Alberto Fernández a la presidencia


Hace exactamente un año, el sábado 18 de mayo de 2019, la dos veces presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner pateaba el tablero político en vísperas del inicio de una nueva campaña electoral, en la que Mauricio Macri buscaría la reelección presidencial.

Esa mañana, la por ese entonces senadora por Unidad Ciudadana sorprendió a propios y extraños al anunciar vía Instagram que sí participaría de los comicios previsto para el mes de agosto (PASO) y luego de octubre (las generales), pese a que muchos vaticinaban que la ex presidenta tenía decidido no pelear por ninguna candidatura en las urnas.

Sin embargo, fiel a su estilo, fue cautelosa hasta último momento, y si bien ya tenía tomada la decisión desde hacía varios días, exceptuando un exclusivo séquito de personas que la frecuentan a diario, nadie sabía acerca de la "bomba" con la que CFK tenía decidida negarle a Macri otros cuatro años de gestión al frente de la Casa Rosada.

Pese a esto, no sería la propia Cristina quien encabezaría la principal fórmula opositora. Más bien ella ahora era candidata a vicepresidenta, cargo que nunca antes una ex presidenta había ocupado.

El elegido para competir por la presidencia era Alberto Fernández, primer jefe de gabinete de ministros del kirchnerismo, cargo que ocupó durante los más de cuatro años que permaneció Néstor Kirchner en el poder, y que lo llevó incluso a desempeñar dicha función por un breve período de tiempo en la primera presidencia de CFK, aunque se marchó por la puerta de atrás el 23 de julio de 2008, enemistado con varias caras visibles del Gobierno luego del polémico "Mi voto no es positivo" del por ese entonces vicepresidente Julio Cobos que frenó la famosa ley 125 de retenciones al campo que el propio Ejecutivo había girado al Congreso.


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Con este video, Cristina anunció la candidatura de Alberto Fernández rumbo a la presidencia. La noticia pateó el tablero político y le marcó la cancha al Gobierno de Macri.

Poco se sabía de Fernández desde su salida del Gobierno. Por no decir casi nada. Es que tras su conflictiva salida de la jefatura de gabinete, Alberto se limitó a aparecer en contadas ocasiones en programas de televisión y sólo cuando era requerido ante la ocurrencia de algún hecho de trascendencia. Claro está que una vez que pasó a ser ex funcionario K, basó su discurso en feroces críticas hacia Cristina y su segundo mandato consecutivo, poniendo en el foco en su manejo de la Justicia, la firma del memorándum con Irán, entre otros tópicos.

Pese a esto, nunca olvidó su estrecho vínculo con el ex presidente Néstor Kirchner, a quien despidió emotivamente cuando el ex mandatario murió el 27 de octubre de 2010 a los 60 años.

Hasta agosto de 2009, Alberto continuó siendo presidente del Partido Justicialista de la Capital Federal, aunque fue desplazado. En 2011, cuando Cristina fue reelecta por otro cuatro años al frente del sillón de Rivadavia, su ex jefe de gabinete aseguró haberla votado "pese a sus diferencias".

En mayo de 2012 fundó su propio partido, el Partido por el Trabajo y la Equidad, espacio peronista integrante del Frente Renovador liderado por Sergio Massa (otro de conflictiva salida del Gobierno), con aspiraciones presidenciales en miras a 2015. En ese mismo año, Fernández apoyó activamente al ex intendente de Tigre, que competiría por la presidencia ante el candidato del Frente para la Victoria, el gobernador bonaerense Daniel Scioli y el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri, líder fundador del sello opositor PRO.

Para las PASO, Massa debía sortear una elección interna con el ex gobernador cordobés José Manuel de la Sota, candidato de UNA (Una Nueva Alternativa), que terminó ganando por casi 40 puntos: 69,94% de Sergio ante el 30,36% del hoy fallecido dirigente peronista. Sin embargo, el ex mandatario tigrense, en las generales de octubre obtuvo el tercer lugar (21,39%) detrás de Scioli (37,08%) y Macri (34.15%), y quedó fuera del ballotage.

Dicha contienda, como es de público conocimiento, quedó en manos de Macri, que empujado por una brillante elección en distritos de peso electoral como Córdoba y Santa Fe, se convertía en el primer presidente ni radical ni peronista desde 1943 en ganar una elección en Argentina (el último caso había sido el de Ramón Castillo, surgido del Partido Demócrata Nacional).

Más cerca en el tiempo, en 2017, Fernández hizo las veces de jefe de campaña de Florencio Randazzo cuando este se postuló a senador por la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, el ex ministro de Transporte K quedó en cuarto lugar y así veía esfumarse sus chances de ocupar una banca en el Senado de la Nación.

Por los primeros días de mayo de 2019 todo parecía acomodado en la vida de Alberto Fernández. Hacía poco más de un año había logrado reconciliarse con CFK, reencuentro que les permitió cicatrizar viejas heridas. Consultado sobre si aún continuaba sosteniendo lo mismo sobre el segundo gobierno de su ahora nueva ladera política, no lo negó y además contó que en ese reencuentro, vio además a una Cristina "más reflexiva".

Todo cambió en la vida de Alberto cuando el sábado 18 de mayo de 2019, la ex presidenta de la Nación y por ese entonces senadora Nacional anunció a través de su Instagram que sería él el candidato a presidente de la primera oposición. Palabras más, palabras menos, el candidato del justicialismo, mentalizado en el claro objetivo de destronar a Macri del poder y negarle la reelección.

Y así fue como de la noche a la mañana, la vida de Alberto Fernández dio un vuelco que quizá jamás en su vida pensó. Del indiscutible ostracismo político en que se encontraba desde hacía una década a ser el hombre más buscado por los medios y claro está también, el nombre más mencionado en charlas de café, reuniones familiares o cualquier tipo de encuentros. El ex jefe de gabinete ahora convertido en presidenciable se había instalado de lleno en los principales temas de discusión del país.

No era para menos. La dos veces presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner, la conductora del PJ desde hace más de una década, lo había nombrado como el candidato del sello peronista para destronar a un Macri y su modelo económico que se acercaba cada vez más a su norte final.


Alberto nunca ocultó su admiración por Cristina, pese a las diferencias de antaño. Se conocen hace más de veinte años y la ex mandataria no dudó en eyectarlo a la carrera presidencial.

Acompañado de su histórico vocero Juan Pablo Biondi, Alberto inició una meteórica campaña -a la que no estaba acostumbrado- en los medios de comunicación. Claramente tenía una doble función a la hora de brindar declaraciones frente a un micrófono: por una parte mostrarse empático ante la gente y los periodistas. Y por otra, marcar distancia del estilo que signó la relación del kirchnerismo con los medios de prensa durante los doce años de gobierno, aunque más bien esa relación empezó a cortarse una vez que el ex presidente Kirchner murió.

Para agosto, mes en que se llevarían a cabo las elecciones PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), las expectativas sobre la performance del binomio Fernández-Fernández, aunque sobre todo del candidato a presidente, eran muchos. Puertas adentro del Instituto Patria -actual búnker K- el rumor que cada vez corría con más fuerza era que el ex jefe de gabinete ganaría ante Macri por una diferencia de entre 2 y 6 puntos, pero se mostraron cautos, atendiendo también a los resultados de las siempre cuestionadas consultoras, que así como muchas aseguraban un triunfo K, otras -aunque en menor medida- vaticinaban victoria macrista.

Sin embargo, ocurrió todo lo contrario a esto último. Alberto Fernández aplastó por más de 15 puntos al presidente Macri y prácticamente sentenció el resultado de las generales de octubre. La abismal diferencia entre un candidato y otro se tradujo en el 47,79% que obtuvo el Frente de Todos y el magro 31,80% que alcanzó el oficialismo. Detrás, muy lejos, había quedado el ex ministro de Economía Roberto Lavagna -candidato por el sello Consenso Federal-, que debió conformarse con el 8,15% de los sufragios.

Los números de las PASO sumieron en una profunda crisis interna al sello oficialista, en el cual empezaban a repartirse las culpas por lo sucedido. Como no podía ser de otra manera, en el seno del ex sello PRO -había virado a Juntos por el Cambio, con la inclusión del peronista Pichetto como candidato a vice-, todos los cañones apuntaron a Marcos Peña, jefe de gabinete y también pieza clave del armado de campaña que apenas sirvió para el papelón. Ya Horacio Rodríguez Larreta (jefe de gobierno porteño) como María Eugenia Vidal (gobernadora de la provincia de Buenos Aires), desde hacía tiempo no veían con buenos ojos el enorme poder de Macri delegado en Peña, quien prácticamente desde los albores de la presidencia del ex mandatario porteño fue visto como un bicho "raro" puertas adentro de Balcarce 50.

En pos de intentar esa abrumadora diferencia de casi 16 puntos, Peña y el asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba diseñaron un recorrido de 30 ciudades en 30 días encabezado por el propio Macri en que éste se mostraría sin custodia personal, cercano a la gente y con tiempo disponible para sus seguidores. Todo empezó un sábado arriba de un tráiler en Barrancas de Belgrano y terminó un día de semana frente al shopping más famoso de la ciudad de Córdoba, pasando por Jujuy, Salta, Tucumán, Chaco, Formosa y demás provincias y ciudades que componen la geografía argentina.

Sin embargo, la ostentosa campaña del #SiSePuede no fue suficiente. En octubre, si bien Macri logró recortar hasta casi la mitad la diferencia de agosto, lo cierto es que Fernández volvió a quedarse con el triunfo y por ende, se convirtió en presidente electo. En las generales el por ese entonces presidente sumó un 40,28% (10.811.345 votos) contra el 48,24% que se llevó el binomio kirchnerista (12.945.990 sufragios), permitiéndole así al peronismo recuperar la presidencia después de cuatro años en la vereda opositora.

¿Cómo encuentra la actualidad al presidente Alberto Fernández? De más está decir que el hoy titular del Ejecutivo nacional se encuentra al frente de un país que atraviesa, al igual que el resto del mundo, una crisis sanitaria con motivo de la pandemia de Covid-19, enfermedad que en nuestro país ya contagió a más de 8 mil personas y se cobró la vida de otras 373. En el afán de evitar la propagación del virus y aplanar la curva de contagios, el presidente dispuso el pasado 19 de marzo aislar social, preventiva y obligatoriamente a toda la Argentina, medida que extendió ya en varias oportunidades y se extenderá, en un principio, hasta el próximo domingo 24 de mayo, aunque el transcurso de esta semana será clave para determinar qué medidas tomar, entre las que asoman la posibilidad de dilatar por más días la cuarentena, aunque en paralelo continuarán flexibilizándose actividades para reactivar, lentamente, la matriz productiva.


Difícil decisión. El primer caso de Covid-19 en la Argentina fue registrado el 3 de marzo. Cuatro días después, el virus se cobró su primera víctima y tras un considerable aumento de casos (no así de muertes), Fernández anunció cuarentena total en todo el país. La medida aún persiste.

Y si bien la pandemia hoy ocupa un lugar estratégico en la agenda presidencial, la realidad marca que claramente el titular de la Rosada atiende (o debe atender) otros temas que atañen al país que gobierna desde el 10 de diciembre. Uno de ellos es, sin duda, el análisis de la respuesta que el ministro de Economía Martín Guzmán dará en los próximos días a los bonistas acreedores sobre el plan de re-estructuración del pago de la deuda externa, en miras a evitar caer en default.

Pasó mucha agua debajo del puente, claro está. Entre aquella mañana de mayo de 2019 en que CFK posteó en Instagram que Alberto Fernández era el candidato a presidente del justicialismo y esta actualidad en medio de un país aislado por una pandemia de escala global, pasaron apenas 365 días equivalentes a un año.

Pero seguramente -lejos está de ponerse en discusión- esos 365 días para el hoy presidente seguramente fueron mucho más, y más aún teniendo en cuenta que quizá jamás imaginó atravesar esta realidad allá por el 10 de diciembre cuando el presidente Macri le entregó los atributos, o más bien el pasado 1° de marzo en que abrió el año legislativo en el Congreso.

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