El último martes comenzó en los Tribunales Federales el juicio por el golpe comando a una financiera ilegal que funcionaba en el corazón de Nueva Córdoba, y que dejó como saldo la muerte de un policía y dos ladrones, ambos de frondosos prontuarios en el mundo del hampa.
Son cinco las personas juzgadas por la trágica noche que marcó a fuego la historia policial cordobesa: Ariel Gramajo, Ariel Murúa Rodríguez, Diego Tremarchi, Miguel Ángel Mitre y Teresa Mitre, estos dos últimos tíos abuelos de Tremarchi.
Los tres primeros están acusados del delito de "homicidio criminis causa", carátula que reviste una pena única de prisión perpetua en caso de ser hallados responsables. Por otra parte, el matrimonio Mitre, de "partícipes necesarios de robo calificado". Es decir, que participaron del asalto aportando claves para llevarlo a cabo pero no estuvieron en el lugar en que ocurrió el hecho.
Claramente los más complicados son los tres primeros, sobre quienes el tribunal presidido por Marcelo Jaime confía en que mataron al joven policía Franco Ferraro, de 22 años, para obtener impunidad sobre el otro delito: el asalto, del que también participaron Ricardo Serravalle y Ricardo Hidalgo, alias el "Ciego", ambos abatidos tras un fallido intento de escape.
Ahora bien, ¿por qué están siendo juzgados los tíos abuelos de Tremarchi? Teresa Mitre, tía abuela de uno de los principales acusados, trabajaba como empleada doméstica en el dúplex que habitaba la víctima del golpe comando, Guido Romagnoli con su novia Melisa Sosa. A partir de esa relación -el propio damnificado la reconoció de "confianza"- Mitre habría seguido con lujo de detalles distintos movimientos de Romagnoli para luego aportárselos a su sobrino nieto, "campana" en el golpe comando.
Sin embargo, Tremarchi intentó despegar de la acusación a su tía, ya que declaró que Mitre no le entregó las llaves del departamento ubicado en Rondeau 84, sino que él se las robó para luego hacer una copia de las mismas y poder ingresar al inmueble en la madrugada del 16 de febrero de 2018. Otra sorpresiva declaración del acusado fue: "Fuimos a buscar plata, no vidas", justificando el asalto a Romagnoli pero a su vez intentando despegarse de su responsabilidad en la muerte de Ferraro, el primero en resultar muerto aquella noche.
El interrogante aún pasa porqué es lo que había en el dúplex que habitaban Romagnoli y su novia. El propio damnificado -se autopercibe como administrador de consorcios- se presentó hoy en los Tribunales luego de un viaje en el exterior y declaró que el monto que le sustrajeron fue de 600 mil pesos aunque negó que en su departamento haya funcionado una financiera, en sintonía con lo que declaró su pareja.
"Nunca hubo cheques de ningún político, jamás ha pasado un político ni nos han traído plata. Jamás hemos tomado plata de terceros, eso lo quiero dejar claro", declaró Romagnoli intentando despegarse de las acusaciones de que allí, en Rondeau 84, él administraba una cueva financiera y que además manejaba importantes cifras de dinero correspondientes a personalidades del arco político.
Con Rodríguez Murúa, Gramajo y Tremarchi en prisión y con Teresa Mitre cumpliendo prisión domiciliaria, el juicio continuará en la Cámara 8a del Crimen durante la próxima semana a la espera de aún más testimonios acerca de qué pasó esa noche que aún conmociona a la sociedad cordobesa.
El perfil de los ladrones muertos. Tanto Serravalle como Hidalgo llevaban una larga trayectoria en el mundo de la ilegalidad. El primero, quien llegó a presidir el centro de estudiantes en su colegio, el Jerónimo Luis de Cabrera durante su juventud, cayó preso en los años '90 por el asalto a un camión blindado de EPEC, por el que fue condenado a 17 años de prisión. Sin embargo, cuando no restaba demasiado para su liberación, se desató un motín en la cárcel en que pasaba sus días: el penal de San Martín, donde el 8 de febrero de 2005 tuvo lugar un sangriento motín que arrojó el saldo de ocho personas muertas. Allí, Serravalle ofició de vocero para, según testimoniaron varios, evitar que la tragedia fuese aún mayor. Sin embargo, la Justicia desconfió de esa versión y le elevó aún más la pena por "haber tomado rehenes". Una vez en libertad, continuó en contacto con el "Ciego" Hidalgo, a quien había conocido tras las rejas, y otro "peso pesado" del hampa, con quien finiquitó detalles para el golpe comando en Nueva Córdoba. Ambos, que creían tener el viento a su favor para cometer el millonario asalto con total impunidad, resultaron muertos: Serravalle, a metros del edificio de Rondeau 84 e Hidalgo, tras una cinematográfica persecución, en cercanías al Mercado Sud.
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