El 31 de mayo del 2009, los ojos del mundo se posaron sobre él. Nacido en Suecia un 14 de agosto de 1984 y profesional desde 2001, hasta esa fecha Robin Soderling era un tenista profesional apenas conocido por su potente drive y el ser ganador de tres títulos ATP (Lyon, en 2004 y 2008 y Milán en 2005).
Sin embargo, aquella mañana en París, en la Philippe Chatrier, el escenario principal del Grand Slam parisino -único jugado sobre polvo de ladrillo- Soderling sorprendió al mundo al derrotar en octavos de final y en brillantes cuatro sets al por ese entonces cuatro veces ganador de manera consecutiva del Abierto francés, el español Rafael Nadal, que previo a su encuentro con el nórdico siquiera había perdido un partido en cinco años.
El resultado fue 6-2, 6-7 (2), 6-4 y 7-6 (2) para el sueco, que así interrumpía el reinado del mallorquín en Roland Garros después de 31 triunfos al hilo y cuatro campeonatos. Soderling, que había pisado suelo galo ubicado en el 23° lugar del ranking mundial, tras derrotar a Nadal enfrentó en cuartos de final al ruso Nikolai Davydenko a quien barrió en sets corridos (6-1, 6-3 y 6-1) para luego en semifinales transpirar más de la cuenta para eliminar al chileno Fernando González: triunfo por 6-3, 7-5, 5-7, 4-6 y 6-4 en cinco maratónicos sets que lo eyectaron al partido de su vida: la final del torneo sobre polvo más importante del mundo, instancia en la que debia enfrentarse a Roger Federer, en ese entonces n°2 del circuito.
Y si bien en dicho cruce fue triunfo sin sobresaltos para el suizo por 6-1, 7-6 (1) y 6-4, Soderling se marchó de la Chatrier con la cabeza bien en alto no sólo por haber alcanzado el último partido de un certamen cuyo mejor desempeño previo había sido tercera ronda en 2008, sino por haber sido el tenista que frenó, al menos por una temporada, la hegemonía de Nadal en Francia. Además, como si esto fuera poco, el nórdico trepó al 12° escalafón de la ATP.
Al poco tiempo de la final parisina, Soderling se abrochó el cuarto título de su carrera al gritar campeón en casa, sobre la tierra batida de Bastaad, en cuya final derrotó en dos sets al argentino "Pico" Mónaco. Luego, entre 2010 (este año llegó a ser número 4 del mundo) y 2011 ganó otros seis títulos.
Un guiño a la historia. Su triunfo ante Nadal en octavos lo lanzó a la fama mundial y de paso, encaminó a Roger a su, hasta el momento única conquista en Roland Garros.
Sin embargo, la actualidad de este hoy ex tenista profesional asoma muy distinta a los años de estrellato, flashes, cruces con Nadal, Federer, premios y reconocimiento. ¿Qué pasó?
A fines de 2011, Soderling fue diagnosticado con mononucleosis, conocida coloquialmente como "la enfermedad del beso", causada principalmente por la saliva, lo que lo llevó a bajarse del US Open de ese año y del resto del calendario.
Hace días, el ex singlista confesó en una radio de su país que, apenado por su enfermedad, que lo llevó a retirarse abruptamente del tenis a los 26 años, "llegó a buscar en Google cómo suicidarse".
"Tenía ansiedad constante, me roía por dentro. Me sentaba en el apartamento y miraba al vacío sin entender, el ruido más pequeño me provocaba pánico. Cuando una carta caía sobre el felpudo, me entraba tal pánico que caía al suelo. Si sonaba el teléfono, temblaba de medio", afirmó Soderling en declaraciones radiales que conmocionaron al mundo del deporte.
El pánico del sueco comenzó a manifestarse en él luego de las finales consecutivas en París (2009 y 2010, donde cayó frente al propio Nadal), lo que lo empujó a afrontar severas crisis con motivo de la fuerte presión que vivía en aquel entonces. Sobre ello, dijo: "Solo había tres jugadores con los que podía perder, al resto tenía que ganarles, sino me sentía mal, fracasado, un perdedor". Cabe remarcar que Soderling anunció oficialmente su retiro del tenis en 2015, tras varios intentos sin éxito de regresar a las canchas.
Afortunadamente, Robin desistió de la idea de quitarse la vida, y hoy, a sus 35 años, es el capitán del equipo sueco de Copa Davis, al que entrena desde fines de 2019, actividad que lo mantiene a flote y ayudó en parte a afrontar un duro trance con su enfermedad.
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