Maradona estuvo muy cerca de morirse hace casi 21 años mientras descansaba en Uruguay junto a Guillermo Coppola y un grupo de amigos. La historia detrás de aquel episodio que le podría haber puesto punto final al mito antes de tiempo.
Estuvo a punto de morirse. Así, sin mayores rodeos. Diego Armando Maradona, tristemente fallecido este miércoles a los 60 años víctima de un paro cardíaco, vivió 20 años más de lo que podría haber vivido, de no ser porque un joven médico recién egresado de la facultad evitó que el mejor futbolista de todos los tiempos parta físicamente de este mundo antes de tiempo.
Transcurrían las primeras horas del
año 2000 y el astro argentino, retirado de la actividad profesional desde hacía
poco más de dos años, se encontraba de vacaciones en la ciudad uruguaya de
Punta del Este acompañado de su representante de entonces, el excéntrico
Guillermo Coppola.
En ese entonces, Maradona tenía 39
años y había sido nominado por la Federación de Historia y Estadísticas del
Fútbol (IFFHS) como el quinto mejor jugador del mundo del siglo XX.
En la madrugada de aquel cuarto día
del primer año del siglo actual, Coppola agarró su teléfono y llamó al médico
en cuestión, un joven Jorge Romero, que las primeras palabras que escuchó del
manager del Diez fueron: “Estoy con
Diego Maradona, que duerme hace dos días. No logramos que se despierte”. “Pero si está durmiendo hace dos días no
está durmiendo, está en coma”, le respondió casi furioso el profesional del
otro lado de la llamada.
Para ese entonces, Romero trabajaba
en el Policlínico La Barra, en cercanías al balneario esteño en que Diego
pasaba sus vacaciones. Y como él no podía lograr que los autos pertenecientes a
su lugar de trabajo salieran para atender a pacientes a domicilio, se subió a
su auto personal y manejó los casi 30 kilómetros que lo separaban de Maradona,
que tal como le contó Coppola, llevaba dos días sin despertar.
Al llegar al lugar, el doctor
Romero observó que efectivamente el astro estaba dormido, pero que además su
cuadro denotaba gravedad. “Diego tenía
una crisis hipertensiva y una arritmia ventricular. Además, dejaba de respirar
durante lapsos de cinco o seis segundos. Estaba muy grave en serio. Se estaba
muriendo”, contó nueve años después Romero acerca del estado de salud del
ex capitán de la Selección Argentina.
Y pese a que Coppola se negaba a
que Diego fuese internado en el afán de mantener guardado bajo siete llaves que
su amigo estaba mal de salud, Romero lo convenció de que era necesario
internarlo. Tras el representante dar el brazo a torcer, ambos subieron a Maradona
al auto y de allí partieron raudamente al Sanatorio Cantegril. Allí, más de 50
periodistas ya purgaban por una fotografía del ingreso de Diego al nosocomio. Un fiel reflejo de lo que fue su intensa vida.
Lo cierto es que si bien el manager
intentó bajarle el tono al asedio mediático por la propia internación del
futbolista más famoso de la historia, acusando que Diego “había muchos asados y
hecho desarreglos, lo que le causaron el pico de hipertensión”, durante un
largo tiempo se descreyó de la versión de las causas del traumático episodio
que casi le cuesta la vida al astro.
En cuestión de días, los estudios realizados a Diego en el Policlínico arrojaron que en su organismo habían sido hallados restos de cocaína, droga que probó por primera vez en 1984 -tal como él relató- luego de ser transferido del Barcelona al Nápoli, donde dio su salto como futbolista.
Fue efectivamente el consumo de
esta droga la que provocó el aguado cuadro hipertensivo a Maradona, la misma sustancia
que años atrás, como es de público conocimiento, había consumido durante la
disputa del Mundial de Estados Unidos ’94, cuyo doping positivo lo marginó de
la competencia.
Tras aquel día en que coqueteó muy
de cerca con la muerte y luego de ser dado de alta, el propio Diego Armando,
apoyado en su familia, tomó la decisión de afrontar un extenso período de
recuperación de su adicción a las drogas. Y así fue como trece días más tarde,
voló con destino a Cuba junto a su esposa Claudia Villafañe, sus padres Dalma
Salvadora “Doña Tota” y su padre Don Diego, su representante Cóppola y quien
era su médico personal de entonces, Alfredo Cahe.
La estadía de Diego en la isla, más
precisamente en el resort “La Pradera”, acondicionado para su tratamiento,
terminó extendiéndose por 76 días.
Sin embargo, a fines de ese 2004,
el astro volvió a la isla para continuar con su rehabilitación luego de algunos
episodios de salud que lo tenían a maltraer. Allí, en Cuba dio vida a una
entrañable relación de amistad con el presidente Fidel Castro, a quien había
conocido una década atrás pero cuyo vínculo se fortaleció durante la estadía
del campeón mundial en el país caribeño.
Por esas casualidades del destino,
ambos murieron el mismo día, un 25 de noviembre, aunque con cuatro años de
diferencia.
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