Mirko Saric era, para muchos, la gran promesa del fútbol argentino. De padres croatas, Mirko nació en pleno mundial de Fútbol, un 6 de junio de 1978 en Buenos Aires y con apenas 10 años recaló en las inferiores de San Lorenzo de Almagro, soñando con algún día en convertirse en jugador profesional de fútbol.
Pese a su opulento 1.90 de estatura y envidiable físico, Saric no era delantero, sino volante, puesto en el que jugó siempre. Tras varios años de destaco en la Reserva, en 1996, el por ese entonces DT del Ciclón, Carlos Aimar lo subió a la primera del club cuando el enganche tenía apenas 18 años.
Mirko, aquel niño que llegó en el '87 a las inferiores del club de Boedo -vivía muy cerca de la institución- ahora comenzaba una incipiente carrera sin anticiparse ni por asomo al cúmulo de sensaciones que viviría como deportista.
Aquella tarde noche frente a Unión en que debutó como jugador del Cuervo ingresó en lugar de un experimentado Néstor Gorosito, ya en su tercera etapa como jugador del club. Y tras aquel Apertura '96 en que Mirko debutó en la última fecha, en el mismo torneo en que San Lorenzo finalizó en el 7° puesto a casi 20 puntos del campeón River, Aimar, quien había subido a Saric a Primera, ahora dejaba de ser el DT del equipo.
Mirko, a la derecha, posa con su hermano Martín. Ambos surgieron de la cantera de Boedo, pero tras la tragedia, el hermano mayor de Mirko continuó su carrera en el exterior.
Y si bien tras la salida del "Cai" se sucedieron en el cargo entrenadores como Jorge Castelli y Alfio Basile, con ninguno de los dos Saric llegó a consolidarse. Es que la explosión futbolística del zurdo llegaría en paralelo con el arribo al club de Oscar Ruggeri, ídolo de la institución y quien ahora pegaba la vuelta como DT, allá a fines del '98.
El "Cabezón" confió de entrada en Saric y le dio enormes votos de confianza. Ahí Mirko empezó a despegar.
En el verano de 1999 le metió un golazo en velocidad y de "picadita" a Roberto Bonano en un amistoso contra River, tanto que lo puso en un primerísimo plano y además le permitió al Ciclón quedarse con aquel torneo de verano, la Copa Ciudad de Mar del Plata.
Aquella noche del 22 de enero del '99 en que se la picó por encima a Bonano, Saric comenzaba a escribir parte de su historia como jugador.
Saric llegó a jugar 41 partidos con la camiseta del Ciclón, en los que marcó 7 goles.
Antes de aquel gol veraniego, Mirko le había convertido otro golazo al Colo Colo de Chile por la fase de grupos de la Copa Mercosur 1998, certamen en que San Lorenzo llegó a semifinales.
Elegante para el juego y la distribución del balón, creativo, talentoso y dueño de una gran movilidad pese a sus 190 centímetros de estatura, el joven Saric se había puesto a la gente de San Lorenzo en el bolsillo. Más adelante, Ramón Díaz se lo quiso llevar a River y la institución de Boedo lo tasó en 10 millones de dólares, una cifra casi impensada para la época.
Saric, con su compañero y amigo Bernardo Romeo, ídolo del club. Ambos fueron campeones de Reserva en la temporada 1998/99.
Sin embargo, paulatinamente, los problemas empezaron a sellar el destino de Mirko. Por un acto de indisciplina, a mediados de año, el DT Ruggeri lo bajó a la Reserva del club, a modo de que el jugador no pierda rodaje, continúe sumando minutos pero no en el primer equipo ni con sus habituales compañeros. Aquel acto de indisciplina, incluso hasta el día de hoy, muy pocos conocen acerca de qué se trató.
En abril de 1999, previo a ingresar en un partido frente a Rosario Central, mientras realizaba trabajos físicos fuera del campo de juego, lo atropelló un carrito de asistencia, lo que le provocó tres puntos en la rodilla, entre algunos de los sucesos que le ocurrieron.
El 19 de diciembre de ese mismo año, en un partido contra River por la última fecha del torneo de Reserva, sufrió una gravísima lesión: la rotura de los ligamentos de su rodilla izquierda, que lo marginaría de las canchas entre 6 y 8 meses. Y si bien a mediados de enero del 2000 fue operado con éxito, esa lesión lo devastó.
Quienes conocieron a Mirko aseguran que era un joven muy solidario, que llegó a llevar jóvenes de la pensión del club a su casa para alimentarlos y que descansen, y que además ayudaba a chicos de la villa de emergencia ubicada al otro lado del estadio del Ciclón, en el barrio del Bajo Flores. En ese mismo barrio vivía el zurdo desde su nacimiento. Compartía una modesta vivienda a pocas cuadras del Pedro Bidegain junto a sus padres y su hermana Mirna (su hermano Martín, que era futbolista, vivía en Paraguay y Mariana, su otra hermana, cuando se casó, se mudó de casa). No era ostentoso, y si bien llegó a valer 10 millones de dólares y supo ser pretendido por el River de Ramón Díaz, el dinero no lo había cambiado ni por asomo.
Pero también, esos mismos que conocían al jugador aseguran que era un chico introvertido, y al que le costaba horrores disfrutar. Agraciado físicamente, talentoso, con proyección a Europa y en la mira de River, Mirko no disfrutaba de la vida. Y por eso, situaciones adversas como haber sido bajado a la Reserva y lesionarse, en él repercutían aún más.
Eso lo llevó a iniciar un tratamiento psiquiátrico, que le sugería medicación, aunque en ocasiones se negaba a tomarla por miedo a dar positivo en el control antidoping. Luego de la operación en su rodilla, le chocaron el auto y peor aún, recibió otra noticia que lo devastó por completo: el hijo de su pareja -una joven que conocía desde hace tiempo- no era suyo. Y si bien el jugador había estado en su nacimiento, cuidaba al bebé e incluso le hacía regalos, lo cierto es que el recién nacido no era su hijo biológico, lo que él mismo comprobó con un ADN cuyo resultado lo golpeó muy duro.
Aquel zurdo de mechón rubio, andar casino y asediado en los entrenamientos por chicas jóvenes alumbradas con su belleza, tocaba fondo. Veía todo oscuro. Lo había tenido todo, pero ahora sentía que no tenía nada. Dos meses después de la operación había vuelto a entrenar en San Lorenzo, pero sospechaba que Ruggeri no lo seguiría teniendo en cuenta.
A sus rivales, en la cancha, los gambeteaba con talento. Pero a la depresión le fue imposible gambetearla.
Un día como hoy, exactamente hace 20 años, el 4 de abril del 2000, a sus jóvenes 21 años, tomó la trágica decisión de quitarse la vida ahorcándose con una sábana en su casa de Flores. Lo encontró su madre Ivana, con quien había cenado la noche anterior para decirle a ella y su marido Ante: "Ustedes son unos padres maravillosos, pero mi problema no tiene solución". Subió a su habitación. Y nadie lo volvió a ver con vida. Cuando el martes 4, su mamá fue a llevarle el desayuno, Mirko yacía ahorcado en su cama.
La inesperada noticia de su muerte caló hondo en Boedo. El plantel estaba próximo a viajar a Paraguay para enfrentar al Cerro Porteño por la fase de grupos de la Copa Libertadores, y pidió la postergación del partido, pero desde Asunción le negaron la solicitud, justificando que un año atrás el vicepresidente paraguayo Luis María Argaña había sido asesinado y el fútbol no se paró.
Los jugadores de San Lorenzo, en el entierro de Mirko. Esa misma noche se vieron obligados a viajar por la Libertadores.
Tras enterarse de la muerte de su compañero, todos los futbolistas del Ciclón asistieron al conmovedor velatorio de Saric, al que asistieron 500 personas consternadas por tan joven pérdida. En la mañana del 6 de abril, Mirko fue enterrado en el cementerio de Flores ante el inquietante llanto de sus padres y sus tres hermanos (Martín, Mirna y Mariana). Su único hermano varón, también futbolista surgido de San Lorenzo pero que jugaba en Paraguay, encabezó el féretro que trasladó los restos de Mirko desde la casa velatoria hacia el cementerio.
Quizá ese día en que lo enterraron, Mirko Saric encontró paz. La paz que quizá buscó en su breve pero exitosa carrera de futbolista, nunca llegó. Lo tuvo todo: cumplió el sueño de jugar en la primera de San Lorenzo, era dueño de una gran habilidad, el público lo quería, las mujeres lo asediaban, su pase valía 10 palos verdes y muchos le auguraban futuro europeo. Sin embargo, a sus 21 años, él estaba convencido de que su vida no tenía sentido, y sin poder salir esquivar a esa depresión fruto de un fuerte bajón futbolístico y una dolorosa desilusión amorosa, lo llevaron a tomar la trágica decisión de quitarse la vida.
Por siempre, Mirko en nuestros corazones.
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